¿Por qué sentirse culpable sin serlo?
La culpa es una experiencia personal que se genera al romper reglas culturales, religiosas, familiares, de un grupo de pertenencia, o por la idea de cometer alguna falta a las normas establecidas. No obstante, se puede vivir sin sentirse permanentemente culpable, siempre que comprendamos que solamente podemos ser responsables cuando hacemos un perjuicio real a terceros, o a uno mismo. Cuando el daño es imaginario, no se es culpable. Un acto real es cuando se comete un delito penado por las leyes del país donde se vive, y porque estas leyes han sido aprobadas por la mayoría de esa nación. De esta forma, si una persona roba o daña a un tercero, será juzgado, y si es hallado culpable por un tribunal, pagará la pena establecida. Para ser culpable, debe haber sido procesado y condenado por un sistema judicial. Sin este requisito nadie será culpable desde el punto de vista legal. El problema es que se le ha impuesto a la humanidad una culpabilidad mórbida que corresponde más al campo de moral, o religioso...
Para quienes practican alguna religión, saben que sienten culpa por cometer un pecado, el cual puede no ser penado por la ley en ese país. Asesinar o robar, es un pecado para algunas religiones, y es un crimen legal en la mayoría de los países, pero matar por la causa de algún dios puede ser, no solo pecado, sino un pase para convertirse en mártir de esa fe, y tampoco ser un crimen en las sociedades donde se practica esa religión.
Casarse con varias esposas está prohibido en algunos países como Estados Unidos, pero algunos mormones en el estado de Utah, tienen varias cónyuges porque no es para ellos pecado hacerlo. Mientras en los países árabes no es pecado, ni ilegal, casarse hasta con 4 esposas. Como se aprecia, lo que puede hacer sentirse culpables, moral o religiosamente a millones de personas, hace sentir virtuosos y felices, también a millones de seres humanos.
¿Qué es la culpa?
La culpa es una emoción o estado afectivo, en el que la persona se siente infractora por hacer algo que cree no debió hacerlo. Es una acción u omisión que produce un sentimiento de responsabilidad por un supuesto daño causado, sea este verdadero o no. Un sinnúmero de personas cree hacer algo indebido por algo que es natural, pero que en la comunidad a la que pertenece se define como algo “malo”.
Un caso típico es la masturbación, expresión absolutamente normal de la sexualidad, pero que algunas comunidades conservadoras censuran. La mayoría de las religiones incluso, consideran "pecado" esta práctica. Esto produce que cuando una mujer o un hombre se masturba se sienta culpable, si pertenece a una sociedad culturalmente retrógrada, o participa de algún credo religioso que lo prohíba y lo considere un pecado.
La palabra culpa viene del latín “culpa” que significa falta, pecado. Se considera como una infracción de un deber, de una norma moral o religiosa. El concepto de sentimiento de culpa está conectado con planteamientos filosóficos acerca de lo que es “bueno” y lo que es “malo”. Se encuentra vinculado al dualismo positivo-negativo, y es un sentimiento de aflicción que deriva de la creencia o de la conciencia de haber transgredido normas, y que turba más o menos intensamente a la persona.
Debido a los sentimientos de culpa, aparecen en los individuos actitudes de sumisión y complacencia extrema, que crean a su vez sentimientos de inferioridad y pueden a veces conducir a conductas agresivas, pasivas o reactivas.
A través de la historia los líderes religiosos crearon culturalmente el sentimiento de culpa, e instituyeron la necesidad del castigo y, por su parte, el castigo crea, mantiene o intensifica el sentimiento de culpabilidad. Cuando nos sentimos “malos”, alejamos de nuestra conciencia la percepción de que también somos “buenos”. El contenido psicológico de la culpa sería: “No soy bueno, por lo que merezco castigo”. Hay personas que viven en un clima de perpetua auto-acusación, y una parte de su ser condena a la otra sin indulgencia ni remisión.
Origen de la culpa
Algunas religiones plantean que la culpa se deriva de un “pecado original”, el cual se arrastra inconscientemente desde nuestros antepasados. Pero, la realidad es que ese supuesto pecado original se mantiene precisamente porque las religiones se han ocupado de enseñarnos a ser culpables, y por supuesto, esa misma iglesia, si nos sometemos a ella podrá perdonarnos. Lo cual nos hace sumisos y dependientes de ella.
Tipos de culpa
Esta falsa culpa no es un delito, es una culpa ética, una culpa moral originada por la conducta que va contra lo establecido en códigos religiosos. Tener rabia, es inherente a ser humano. Nos permite defendernos de terceros, de proteger a la familia, así como la vida. Sin embargo, es considerado pecado por algunas religiones. Admirar a otra persona puede convertirse en una iglesia en el pecado de envidia, ejercer plenamente la sexualidad es interpretado como lujuria por distintos credos, como descansar puede ser el pecado de la pereza. Esta culpa se convierte en patológica cuando la persona que la sufre altera de alguna manera su vida natural.
La culpa en la Biblia
En Salmos 51:3-5 se lee: … “porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre en frente de mí. Pequé contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de ti, de manera que eres justo cuando hablas… sin reproche cuando me juzgas. He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre”.
En Levítico 5:17 dice la Biblia: “si alguno comete pecado y hace cualquiera de las cosas que el Señor ha pedido no se hagan… será culpable y llevará castigo”.
En Oseas 13:16 se escribe: “Samaria será considerada culpable, ya que se rebeló contra Dios. Caerán a hierro, serán muertos sus niños, y abiertos los vientres de las mujeres embarazadas”.
En Levítico 20:10-11 aparece este dramático párrafo: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera, ciertamente han de morir… Si alguno se acuesta con la mujer de su padre, ha descubierto la desnudez de este y ciertamente han de morir los dos, su culpa de sangre les caiga a ellos".…
De manera que en el Antiguo Testamento se expresa claramente que los culpables de infringir los preceptos bíblicos eran salvajemente castigados. No obstante, en el Nuevo Testamento, Jesús de Nazaret cambia el concepto…
Jesús de Nazaret se opone a la culpa por moral o religión
En el caso de Jesús y la mujer sorprendida en adulterio, este episodio correspondiente a los versículos 7:53-8:11 del Evangelio de Juan. El pasaje describe una confrontación de Jesús con las autoridades de su iglesia, sobre si la mujer debería ser apedreada . Con una sentencia terminante, Jesús avergüenza a los acusadores, y evita la ejecución.
Este es la narrativa del Evangelio:
“…y Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres, ¿qué dices?
Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: Aquel que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más".
Confrontados los seguidores del Antiguo Testamento con el sólido argumento anti culpa y anti pecado de Jesús de Nazaret, a todos no les quedó más remedio que ignorar, ni más ni menos que a Moisés, y no cumplir con el castigo instituido bíblico. La realidad es que la iglesia ha convertido en pecado a las más naturales conductas que ocurren entre los seres humanos porque cada iglesia requiere que sus adeptos estén dependiendo de ella para precisamente perdonar comportamientos que son naturales tratándolos como graves pecados.
Hoy en día, una infidelidad en ningún caso amerita la pena de muerte, ni es un delito en la mayoría de los países. También, existen mecanismos de la justicia civil para resolver estas circunstancias de la vida.
¿Hoy se podría apedrear a una mujer por ser virgen?
Absolutamente no. Pero si usted cree en la Biblia estará en conflicto: En Deuteronomio 22:13-21 se escribe que: “…Si un hombre toma mujer y después de haberse unido a ella la aborreciere, y la acusa de faltas, y dijere: A esta mujer tomé, y no la hallé virgen, entonces el padre y la madre de la joven la tomarán señales de la virginidad de la hija y las llevarán a tribunal de los ancianos de la ciudad; y dirá el padre de la joven a los ancianos: Yo di mi hija por mujer a este hombre, y él la aborrece; y he aquí, él la acusa de conducta denigrante, diciendo: No he hallado virgen a tu hija; pero vean aquí las evidencias de la virginidad de mi hija. Y extenderán la vestidura delante de los ancianos de la ciudad, entonces los ancianos de la ciudad tomarán al hombre y lo castigarán, y le multarán en cien piezas de plata, las cuales darán al padre de la joven, por cuanto esparció mala fama sobre una virgen, y la tendrá por mujer, en todos sus días. Pero si resultare ser verdad que no es virgen, la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de la ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti...”
Lamentablemente todavía ocurren estas cosas hoy en día:
El 29 de julio de 2012, en Aguelhok, Malí, el grupo Ansar Dine, que controla el norte del país, condenó a lapidación a una pareja bajo la acusación de adulterio, por vivir juntos sin estar casados, ante la presencia de unas 200 personas. La pareja tenía dos hijos, uno de seis meses y vivían en el campo pero fueron llevados a la ciudad para la sentencia.
El 13 de mayo de 2012 se condenó a muerte por lapidación en Sudán a Intisar Sharif Abdallah de 20 años por adulterio, pese a que el juicio se desarrolló en árabe, idioma que ella no dominaba, y que no tuvo acceso a un abogado. Amnistía Internacional fue quien realizó la denuncia el 30 de mayo. La mujer se encontraba presa junto a su hijo de cuatro meses, sus otros dos hijos se encontraban bajo custodia de sus familiares. La joven finalmente quedó en libertad.
El 27 de octubre de 2008 se lapidó en Kismaayo, Somalia a Aisha Ibrahim Duhulow de 13 años de edad, acusada legalmente de adulterio cuando ella había denunciado una violación. Fue muerta por 50 hombres y un millar de espectadores. Según Aministía Internacional, al ser desenterrada se comprobó que continuaba con vida y la volvieron a enterrar para continuar con la lapidación. Desde la muerte de la pequeña, varios grupos de personas huyeron de la ciudad con el temor de correr la misma suerte.
El Confesionario
La confesión es el sacramento de algunas religiones cristianas, que por medio de este, el sacerdote “perdona” los “pecados” al “pecador” arrepentido cuando los confiesa, haciendo un posterior propósito de enmienda.
En algún momento, y dado que la información es poder, las iglesias predominantes en la edad media en Europa, manejaban la mejor fuente de información e inteligencia que pudiera existir, el obtenido de buena fe por parte de las víctimas confesadas. Aunque también sabemos que la Iglesia Católica, igualmente obtuvo información, a través de las torturas que implementó el “Santo” Oficio por intermedio de la “Santa” Inquisición.
Pero veamos cómo se estableció la Confesión…
Historia
Si Jesus de Nazaret hubiera instituido la confesión, como dicen algunos catecismos, esta se practicaría desde que estaba en vida y posteriormente a su muerte. Otras iglesias que practican la confesión dicen, como siempre, que fue establecida por Dios, y que Dios es el único que perdona, pero veamos como en el caso de la iglesia católica, se fue estableciendo lo que hoy es la confesión, donde no vemos la mano divina de Dios ni de Jesús, sino la muy humana de las autoridades eclesiásticas…
En “El pastor de Hermas”, de mediados del siglo segundo, mientras que algunos religiosos afirmaban que no hay más penitencia que la del bautismo, Hermas piensa que el Señor ha querido que exista una penitencia posterior al bautismo, teniendo en cuenta la flaqueza humana. A comienzos del siglo tercero, esa única penitencia eclesiástica sería años después del bautismo, ya estaba perfectamente organizada y se practicaba con regularidad, tanto en las iglesias de lengua griega, como en las de lengua latina.
El obispo Hipólito de Roma, escribió que la potestad de perdonar los pecados la tenían solo los obispos.
En ambas tradiciones, y hasta fines del siglo cuarto, no se conocía sino esa única posibilidad de penitencia, que había sido denominada por Tertuliano, “segunda tabla de salvación”, citado en el Concilio de Trento en 1563
Para entonces, el tiempo de la confesión generalmente era largo y estaba acomodado a la gravedad del pecado:
1. El pecador debía confesar el pecado a solas ante el obispo;
2. Era graciosamente admitido a la penitencia eclesial
3. Durante algún tiempo (semanas o meses) tenía que aceptar el humillante estado de penitente, que manifestaba incluso con un vestido especial;
4. Debía mostrar su conversión y perseverancia con obras de penitencia (oraciones, limosnas y ayunos);
5. Quedaba excluido de la Iglesia en la medida que no podía recibir la eucaristía y era apartado de la comunidad (no podía asistir a las reuniones);
6. Finalmente, después de que la comunidad había orado por él, el penitente obtenía la reconciliación, normalmente mediante la imposición de las manos del obispo.
Detalle del pie descalzo de un "pecador" pagando su penitencia mientras arrastra cadenas durante una procesión del Viernes Santo en Malta en 2007
En el primer tercio del siglo cuarto, el Concilio de Elvira da penitencias de tres, cinco años y hasta de toda la vida. Según este concilio, los penitentes debían ser reconciliados en el mismo lugar donde habían sido excluidos, y el obispo que los reconciliaba debía ser el mismo que los había excomulgado.
A partir del Siglo Quinto la institución de la penitencia canónica entra en crisis. Las cargas que comporta son extremadamente duras; entre estas destaca la de la continencia perpetua, razón que invoca, por ejemplo, el concilio de Arlés para no admitir a la penitencia a un pecador casado sin consentimiento de su esposa.
Tratándose de hombres y mujeres de edad inferior a los 30 o 35 años, los obispos y concilios se muestran partidarios de retrasar la imposición de la penitencia, a fin de evitar castigos mayores, como el de la excomunión, en caso de abandono de la práctica penitencial.
Según el papa León I, muchos pecadores esperaban los últimos momentos de la vida para pedir la penitencia, y una vez que se sentían recuperados de su enfermedad, rehuían al sacerdote para evitar someterse a la expiación. La penitencia eclesiástica no se aplicaba por lo general a los clérigos y religiosos que incurrían en pecados graves, ya que se pensaba que su dignidad podía recibir agravio. Solo se le deponía de su cargo, podía acogerse a la penitencia privada, y llevar una forma de vida monástica, que era considerada como un segundo bautismo que permitía el acceso a la eucaristía.
Un capítulo importante es el establecimiento de la confesión privada que se refiere a las prácticas penitenciales de la vida monástica. Los "Libros penitenciales", que son la primera y principal fuente de la llamada “penitencia tarifada o arancelaria” (antecesora de la penitencia privada), comienzan a aparecer a mediados del siglo sexto.
Esta penitencia tarifada o arancelaria, puede practicarse cuantas veces se considere necesario. Su uso no está sometido, a unos tiempos litúrgicos determinados ni a una forma solemne de celebración que exija la presencia del obispo, sino que se realiza de forma individualizada, con la sola intervención del penitente y, del presbítero confesor. Este, oída la confesión del penitente, le impone una penitencia proporcionada a la gravedad de su culpa, y su estado de monje, clérigo o casado; y le remite a un nuevo encuentro para darle la absolución, una vez que ha cumplido la penitencia impuesta. La confesión se hace espontáneamente o por medio de un cuestionario que utiliza el confesor.
A partir del siglo noveno, los libros litúrgicos, que hasta entonces contenían solamente el rito de la penitencia eclesiástica o canónica, incluyen ya la penitencia privada. A partir del año 1000 se generaliza la práctica de dar la absolución inmediatamente después de hacer la confesión, reduciéndose todo a un solo acto, que solía durar entre veinte minutos y media hora.
A finales del primer milenio, la penitencia eclesiástica se aplica únicamente en casos muy especiales de pecados graves y públicos. La penitencia privada, en cambio, se ha convertido en una práctica extendida en toda la Iglesia. Por lo general, la práctica de la confesión no es muy frecuente, de hecho, el Concilio IV de Letrán, en 1215, impondrá el deber de confesar los pecados una vez al año.
Desde la temprana Edad Media la confesión misma de los pecados ha sido considerada la parte más importante del sacramento de penitencia.
Con la penitencia tarifada, la figura del sacerdote confesor adquiere gran relieve social. El sacerdote, pasó a ser el médico espiritual que puede curar las heridas del alma, y, es también el juez que nos libra de las cadenas del pecado. Además de conocer los pecados de toda la comunidad.
Esta es la realidad, la iglesia instituye la confesión porque le da poder al sacerdote sobre el “pecador” que queda a su merced. Obviamente, a más pecados existan y a más se sientan culpables los seguidores de ese credo, más sometidos y dependientes de esa iglesia estarán. La multiplicación de los pecados y el convertir la penitencia en confesión le ha proporcionado a la Iglesia el poder económico, político y social que hoy detentan.
¿Es necesaria la culpa?
La ausencia de culpabilidad caracteriza a algunas enfermedades mentales, tales como la psicopatía, la depresión y la personalidad antisocial.
Es importante sentir culpa, en la medida que se reconozca el daño, y se emprendan acciones para repararlo. Pero este debe ser un daño real, no imaginario.
El exceso de sentimientos de culpa no es normal, y se ve en las personas melancólicas que sufren de neurosis de culpa, en los depresivos, y en los pacientes obsesivo-compulsivos.
Existe también una postura psicológica dentro de la corriente humanista que plantea que la culpa es un simple invento social, que es aprendida, y que no cumple ninguna función mental, que debemos eliminar esa palabra, y simplemente asumir la responsabilidad de nuestros actos.
Las consecuencias del nombrado “sentimiento de culpabilidad” pueden ser a veces muy graves.
Es posible que el sentimiento mayor de culpa esté vinculado a conductas secretas de la vida privada, o al ejercicio íntimo de las relaciones personales y de la sexualidad.
Científicos de la conducta librepensadores consideran que la mejor manera de enfrentarse a la culpa es no creer en ella, y actuar de acuerdo a los parámetros establecidos por cada sociedad, cumpliendo sus leyes. Dentro de cada persona se encuentra la conciencia, y ella determinará si están correctos los hechos, o pensamientos, realizados por cada quién, siempre que no sean del interés de la justicia por haber perpetrado un acto delictivo.
El principio que dicta toda conciencia es el de ser libres, tener el libre albedrío de decidir qué somos, pensamos, y de hacer cuando podamos imaginar, siempre que no le hagamos daños a terceros, a la humanidad, al medio ambiente, ni a la propia persona.
Confiteor: El Himno de los “culpables”
El Confiteor, conocido por su traducción al español "yo confieso" o "yo pecador", es una oración en latín, usada en el rito romano de la misa, en el cual la persona que dice el rezo realiza el Acto de confesión de los pecados o Acto penitencial ante Dios, y pide a los Santos la intercesión por su alma. También es usado en los servicios luteranos y en los cultos anglicanos.
El Confiteor se dice, al empezar la Misa, dos veces: Primero por el sacerdote y luego por los ministros o los feligreses. Una costumbre opcional es volver a rezar el Confiteor mientras el sacerdote comulga del Cáliz.
Es el principal himno u oración de quien se sienta culpable producto de un delito real, o de haber cometido algún “pecado” si practica alguna religión confesional.
Texto
Yo, pecador me confieso a Dios todopoderoso
a la bienaventurada siempre Virgen María,
al bienaventurado san Miguel Arcángel,
al bienaventurado san Juan Bautista,
a los santos Apóstoles Pedro y Pablo,
a todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que pequé gravemente de pensamiento, palabra y obra;
por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa.
Por eso, ruego a Santa María siempre Virgen,
al bienaventurado san Miguel Arcángel,
al bienaventurado san Juan Bautista,
a los santos Apóstoles Pedro y Pablo,
a todos los santos, y a vosotros, hermanos,
que roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.
Mea culpa
Rezar esta oración es conocido también como "entonar el mea culpa", debido a la contundencia de sus palabras: Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa (por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa), y la persona que lo dice, golpea su pecho tres veces, como un gesto del dolor y penitencia ante el pecado.
Mea culpa es una locución latina que se traduce literalmente como “por mi culpa” y usada generalmente como “mi culpa” o “mi propia culpa”. Para acentuar el mensaje se puede insertar el adjetivo máxima, dando por resultado "mea máxima culpa" que se traduciría como “por mi gran culpa”. O sea, que no quede dudas que se es culpable y que se sienta culpable, en manos de su perdonador.
El origen de la expresión está en una parte de una oración tradicional de la liturgia del rito romano conocida en latín como el Confiteor (y traducida como el “yo confieso” o el “yo pecador”, en el cual el individuo reconoce sus defectos y pecados ante Dios y los expresa públicamente. El mea culpa del Confiteor ha venido a convertirse en el imaginario popular que ya no es simplemente una confesión de pecados, sino también una admisión de su naturaleza dañina y la buena voluntad de hacer una compensación por ella.
También se suele usar como la expresión: “entonar el mea culpa”, que significa reconocer errores y pecados propios.
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¡Gracias! por visitarnos, Vladimir y María Mercedes Gessen @DivanGessen @UnDiosUniversal
Fuentes: http://dle.rae.es/?id=BeATiJV
https://es.wikipedia.org/wiki/Culpa_(emoci%C3%B3n)
https://es.wikipedia.org/wiki/Confiteor
https://es.wikipedia.org/wiki/Mea_culpa_(expresi%C3%B3n)
https://bible.knowing-jesus.com/Espa%C3%B1al/topics/La-Culpa,-Los-Aspect...
https://es.wikipedia.org/wiki/Penitencia
https://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_y_la_mujer_sorprendida_en_adult...
https://es.wikipedia.org/wiki/Lapidaci%C3%B3n
Fotos: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3ASantCompostela25.jpg