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El enigmático Jesús de Nazaret

No existen evidencias arqueológicas que permitan verificar la existencia de Jesús de Nazaret. La explicación principal sería que Jesús, en vida no habría alcanzado relevancia suficiente como para dejar constancia en fuentes arqueológicas. En su momento no fue un importante líder político, sino un sencillo predicador itinerante.

A falta de pruebas de su existencia sí hay gran número de personajes, lugares y acontecimientos descritos en las fuentes.La inmensa mayoría de los eruditos que escriben sobre el tema aceptan que Jesús existió, aunque los estudiosos difieren acerca de sus creencias y enseñanzas, así como la exactitud de los relatos de su vida. Los únicos eventos sujetos a "asentimiento casi universal" son que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y que fue crucificado por orden del prefecto romano Poncio Pilato.

Por otro lado, Jesús, como muchos destacados dirigentes religiosos y filósofos de la Antigüedad, no escribió nada, o al menos no hay constancia alguna de que así haya sido. Todas las fuentes para la investigación histórica de Jesús de Nazaret son, por lo tanto, textos escritos por otros autores.
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El más antiguo documento inequívocamente concerniente a Jesús de Nazaret es el llamado Papiro P52, que contiene un fragmento del Evangelio de Juan y que data, según los cálculos más extendidos, del 125 aproximadamente, es decir, casi un siglo después de la fecha posible de la muerte de Jesús, hacia el año 30. Si bien los testimonios materiales referentes a la vida de Jesús son muy tardíos, la investigación filológica ha logrado reconstruir la historia de estos textos con un alto grado de probabilidad, lo que arroja como conclusión que los primeros textos sobre Jesús (algunas cartas de Pablo) son posteriores en unos veinte años a la fecha probable de su muerte, y que las principales fuentes de información acerca de su vida (los evangelios canónicos) se redactaron en la segunda mitad del siglo I.

Existe un amplio consenso acerca de esta cronología de las fuentes, al igual que es posible datar algunos (muy escasos) testimonios acerca de Jesús en fuentes no cristianas entre la última década del siglo I y el primer cuarto del siglo II.

En el estado actual de conocimientos acerca de Jesús de Nazaret, la opinión predominante en medios académicos es que se trata de un personaje histórico, cuya biografía y mensaje experimentaron modificaciones por parte de los redactores de las fuentes.

También existen, sin embargo, algunos estudiosos que, desde una crítica radical de las fuentes, consideran probable que Jesús ni siquiera fuese un personaje histórico real, sino una entidad mítica, similar a otras figuras objeto de culto en la Antigüedad.

Última Cena - Da Vinci 5
La Última Cena, de Leonardo da Vinci.

Algo de luz

Son sobre todo las fuentes cristianas, obviamente parciales, las que proporcionan información sobre Jesús de Nazaret. Los textos cristianos reflejan principalmente la fe de las comunidades primitivas, y no pueden considerarse, sin más, documentos históricos.

Los textos en los que la crítica actual cree posible hallar información acerca del Jesús histórico son, principalmente, los tres Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Secundariamente, proporcionan también información acerca de Jesús de Nazaret otros escritos del Nuevo Testamento (el Evangelio de Juan, las Epístolas de Pablo de Tarso), algunos evangelios apócrifos (como el de Tomás y el de Pedro), y otros textos cristianos.

Por otro lado, existen referencias a Jesús en unas pocas obras no cristianas.
En algunos casos se ha puesto en duda su autenticidad (Flavio Josefo), o que se refieran al mismo personaje cuya vida relatan las fuentes cristianas (Suetonio). Apenas aportan alguna información, excepto que fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato (Tácito) y que fue considerado un embaucador por los judíos ortodoxos.

Fuentes no cristianas

Apenas hay menciones de Jesús en fuentes no cristianas de los siglos I y II. Ningún historiador se ocupó por extenso de su historia: solo existen alusiones de pasada, algunas de ellas ambiguas, y una de las de Flavio Josefo (el llamado "Testimonio flaviano") contiene posiblemente alguna interpolación posterior. Sin embargo, todas juntas bastan para certificar su existencia histórica.

Al respecto The New Encyclopaedia Britannica afirma:

Estos relatos independientes demuestran que en la Antigüedad ni siquiera los opositores del cristianismo dudaron de la historicidad de Jesús, que comenzó a ponerse en tela de juicio, sin base alguna, a finales del siglo XVIII, a lo largo del XIX y a principios del XX.

Estas fuentes pueden dividirse en:

Fuentes judías

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Modelo de Jerusalén

Dos menciones en una obra del historiador judío Flavio Josefo, Antigüedades judías/strong>.

El primer pasaje de la citada obra que menciona a Jesús es conocido con el nombre de "testimonio flaviano". Se encuentra en Antigüedades judías, 18, 63. Fue objeto de interpolaciones posteriores por copistas cristianos, y se discute incluso si en su versión original aludía a Jesús.

El segundo pasaje tiene mayores visos de verosimilitud, ya que está estrechamente relacionado con el contexto de la obra y parece improbable que se trate de una interpolación. Se encuentra en Antigüedades judías, 20, 200, y se refiere a la lapidación de Santiago, que el texto identifica como hermano de Jesús, un personaje que es identificado del mismo modo en algunos textos de Pablo de Tarso. Tampoco hay consenso acerca de este pasaje, pero la mayor parte de los autores lo considera auténtico.

Menciones en el tratado Sanhedrin del Talmud babilónico: No está claro si estos pasajes se refieren a Jesús de Nazaret. En Sanh., 43 a. se dice que Yeshu fue colgado "la víspera de Pascua", por haber practicado la hechicería y por incitar a Israel a la apostasía. Se menciona incluso el nombre de cinco de sus discípulos: Matthai, Nakai, Nezer, Buni y Todah. La mayor parte de los estudiosos data esta referencia en fecha muy tardía, y no la considera una fuente de información independiente.

Fuentes romanas

Brevísimas menciones en sendas obras de Plinio el Joven (62-113), Tácito (61-117) y Suetonio (f. 160). Son más bien referencias a la actividad de los cristianos:

A comienzos del siglo II, Plinio el Joven, en una carta al emperador Trajano, menciona que Estos cristianos (Aquellos que hace comparecer ante sí mismo como cristianos) que consienten en ser sacrificados, los devuelve absueltos. Por otra parte, aseguran no haber hecho ningún mal: dicen haber, simplemente, elevado cánticos a Cristo, como los que se dedican a un dios le cantan himnos a Cristo (casi Dios, según dicen) (Epístolas 10:96).

Hacia 116 ó 117, el historiador Tácito, en sus 'Anales' hablando de Nerón, comenta que después del incendio de Roma inflingía penas severas a los partidarios de un tal Cristo, que había sido supliciado bajo Poncio Pilato, los cristianos toman su nombre "de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato" (Anales, 15:44:2-3).

Suetonio (121) en una nota al parecer tomada de un documento de la policía de la época de Claudio (41-54) hacia 120, menciona a los cristianos y en otro pasaje de la misma obra, hablando del emperador Claudio, dice que a "los judíos, instigados por Chrestus, los expulsó de Roma por sus hábitos escandalosos" (De Vita Caesarum. Divus Claudius, 25). 'Los hebreos fueron expulsados de Roma, culpables de haber provocado tumultos bajo la instigación de un tal "Chrestus". Otra versión del mismo texto indica que Claudio: 'Expulsó de Roma a los judíos por las continuas peleas a causa de un tal Cresto'. El nombre Chrestus ha sido interpretado como una lectura deficiente de Christus; sin embargo, no puede excluirse que el pasaje haga referencia a un agitador judío en la Roma de los años 50.

Existe otro texto que, aunque es bastante dudoso, podría ser una referencia a Jesús de Nazaret: se trata de una carta, conservada en siríaco, escrita por un tal Mara Bar-Serapion, en la que se habla de un "rey sabio" condenado a muerte por los judíos. No hay acuerdo sobre si esta carta data del siglo I, II o III de nuestra era, y tampoco está claro si es o no una referencia a Jesús de Nazaret.

La escasez de fuentes no cristianas sugiere que la actividad de Jesús no llamó la atención en su época, aunque según las fuentes cristianas su predicación habría congregado a multitudes. Las fuentes no cristianas no aportan nada al conocimiento de Jesús como personaje histórico, y solo se usaron para demostrar su existencia.

Grotto of the Nativity, Church of the Nativity, Bethlehem, Palestine1
En este punto dice la tradición cristiana que nació Jesús.

Contexto en el marco histórico

El pueblo judío, sin estado propio desde la destrucción del Primer Templo en 587 a. C., en tiempos de Nabucodonosor II, había pasado varias décadas sometido, sucesivamente, a babilonios, persas, la dinastía ptolemaica de Egipto y el Imperio seléucida, sin que se produjeran conflictos de gravedad. En el siglo II a. C., sin embargo, el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes, decidido a imponer la helenización del territorio, profanó el Templo (el Segundo Templo, reconstruido en época persa), lo que desencadenó una rebelión, acaudillada por una familia sacerdotal, los Macabeos, que tendría como consecuencia el establecimiento de un nuevo estado judío independiente, que duraría hasta el año 63 a. C.

En este año, el general romano Pompeyo intervino en la guerra civil que enfrentaba a dos hermanos de la dinastía asmonea, Hircano II y Aristóbulo II. Con esta intervención dio comienzo el dominio romano en Palestina. Dicho dominio, sin embargo, no se ejerció siempre de forma directa, sino mediante la creación de uno o varios estados clientes, que pagaban tributo a Roma y estaban obligados a aceptar sus directrices. El propio Hircano II fue mantenido por Pompeyo al frente del país, aunque no como rey, sino como etnarca. Posteriormente, tras un intento de recuperar el trono del hijo de Aristóbulo II, Antígono, quien fue apoyado por los partos, el hombre de confianza de Roma fue Herodes, quien no pertenecía a la familia de los asmoneos, sino que era hijo de Antípatro, un general de Hircano II de origen idumeo.

Tras su victoria sobre los partos y los seguidores de Antígono, Herodes fue nombrado rey de Judea por Roma en 37 a. C. Su reinado, durante el cual, según opinión mayoritaria, tuvo lugar el nacimiento de Jesús de Nazaret, fue un período relativamente próspero.

A la muerte de Herodes, en 4 a. C., su reino se dividió entre tres de sus hijos: Arquelao fue designado etnarca de Judea, Samaria e Idumea; a Antipas (llamado Herodes Antipas en el Nuevo Testamento) le correspondieron los territorios de Galilea y Perea, que gobernó con el título de tetrarca; por último, Filipo heredó, también como tetrarca, las regiones más remotas: Batanea, Gaulanítide, Traconítide y Auranítide.

Estos nuevos gobernantes correrían diversa suerte. Mientras que Antipas se mantuvo en el poder durante cuarenta y tres años, hasta 39, Arquelao, debido al descontento de sus súbditos, fue depuesto en 6 d. C. por Roma, que pasó a controlar directamente los territorios de Judea, Samaría e Idumea.

En el período en que Jesús desarrolló su actividad, por lo tanto, su territorio de origen, Galilea, formaba parte del reino de Antipas, responsable de la ejecución de Juan el Bautista, y al que una tradición tardía, que solo se encuentra en el Evangelio de Lucas, hace jugar un papel secundario en el juicio de Jesús. Judea, en cambio, era administrada directamente por un funcionario romano, perteneciente al orden ecuestre, que llevó primero el título de prefecto (hasta el año 41) y luego (desde el 44) el de procurador. En el período de la actividad de Jesús, el prefecto romano era Poncio Pilato.

Antonio Ciseri - Bozzetto per l'Ecce Homo
Pintura del Antonio Ciseri (1862) del Ecce homo, como Poncio Pilato entrega a Jesús a la multitud

El prefecto no residía en Jerusalén, sino en Cesarea Marítima, ciudad de la costa mediterránea que había sido fundada por Herodes el Grande, aunque se desplazaba a Jerusalén en algunas ocasiones (por ejemplo, con motivo de la fiesta de Pésaj o Pascua, como se relata en los evangelios, ya que era en estas fiestas, que congregaban a miles de judíos, cuando solían producirse tumultos). Contaba con unos efectivos militares relativamente reducidos (unos 3.000 hombres), y su autoridad estaba supeditada a la del legado de Siria. En tiempos de Jesús, el prefecto tenía el derecho exclusivo de dictar sentencias de muerte (ius gladii).

Sin embargo, Judea gozaba de un cierto nivel de autogobierno. En especial, Jerusalén estaba gobernada por la autoridad del sumo sacerdote, y su consejo o Sanedrín. Las competencias exactas del Sanedrín son objeto de controversia, aunque en general se admite que, salvo en casos muy excepcionales, no tenían la potestad de juzgar delitos capitales.

El carácter particular de Galilea

Aunque separada de Judea por la historia, Galilea era en el siglo I una región de religión judía. Tenía, sin embargo, algunos rasgos diferenciales, como una menor importancia del Templo, y una menor presencia de sectas religiosas como los saduceos y los fariseos. Estaba muy expuesta a las influencias helenísticas y presentaba grandes contrastes entre el medio rural y el medio urbano.

Al este de Galilea se encontraban las diez ciudades de la Decápolis, situadas todas ellas al otro lado del río Jordán, a excepción de una, Escitópolis (llamada también Bet Shean). Al noroeste, Galilea limitaba con la región sirofenicia, con ciudades como Tiro, Sidón y Aco/Tolemaida. Al sudoeste se situaba la ciudad de Cesarea Marítima, lugar de residencia del prefecto (luego procurador) romano. Por último, al sur se encontraba otra importante ciudad, Sebaste, así llamada en honor al emperador Augusto.

En pleno corazón de Galilea se encontraban también dos importantes ciudades: Séforis, muy cercana (5 ó 6 km) a la localidad de donde era originario Jesús, Nazaret; y Tiberíades, construida por Antipas y cuyo nombre era un homenaje al emperador Tiberio. Tiberíades era la capital de la monarquía de Antipas, y estaba muy próxima a Cafarnaún, ciudad que fue con probabilidad el centro principal de la actividad de Jesús.

Es importante destacar que las ciudades eran focos de influencia de la cultura helenística. En ellas residían las élites, en tanto que en el medio rural habitaba un campesinado empobrecido, del que procedía con toda probabilidad Jesús. Las ciudades eran en general favorables a Roma, como se demostró con ocasión de la Primera Guerra Judía.

En las fuentes cristianas no se menciona que Jesús visitase ninguna de las ciudades de Galilea ni de su entorno. Sin embargo, dada la proximidad de Tiberíades a los principales lugares mencionados en los evangelios, es difícil pensar que Jesús se sustrajo por completo a la influencia helenística.

El medio campesino, del que procedía Jesús, veía con hostilidad las ciudades. Los campesinos de Galilea soportaban importantes cargas impositivas, tanto del poder político (la monarquía de Antipas), como del religioso (el Templo de Jerusalén), y su situación económica debió de ser bastante difícil.

Galilea fue la región judía más conflictiva durante el siglo I, y los principales movimientos revolucionarios antirromanos, desde la muerte de Herodes el Grande en 4 a. C. hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70, se iniciaron en esta región. La lucha contra el Imperio romano fue, según Geza Vermes, «una actividad galilea general en el primer siglo d. C.».

Judea 1 by David Shankbone
Los montes de Judea, en Israel

El judaísmo en los tiempos de Jesús

En tiempos de Jesús, al igual que en la actualidad, el judaísmo era una religión monoteísta, basada en la creencia de un único Dios. Los judíos creían que Dios había elegido a su pueblo, Israel, y había establecido con él una alianza a través de Abraham y Moisés, principalmente. Los actos fundamentales de dicha alianza eran, para los judíos, la vocación de Abraham, el éxodo, y la promulgación de la ley en el Sinaí. La fidelidad de los judíos a esta alianza se manifestaba, además de en su adoración a su único Dios, en la rigurosidad con que seguían los mandamientos y preceptos de la Torá, o la llamada Ley mosaica; esta regulaba todos los aspectos de la vida de los judíos, como la obligación de circuncidar a los hijos varones, la prohibición de trabajar en sábado, y otras ciertas reglas alimentarias (por ejemplo, la de no comer carne de cerdo) y de purificación.

En el siglo I, el centro del culto a Dios era el Templo de Jerusalén. Era necesario acudir a este tres veces al año (durante las llamadas fiestas de peregrinación), para realizar diversos sacrificios y entregar ofrendas. El culto del Templo era administrado por los sacerdotes y levitas, cuyo número era muy elevado, los que desempeñaban los llamados oficios sagrados durante las fiestas, tales como custodiar y limpiar el Templo, preparar los animales y la leña para los sacrificios, y cantar salmos durante las celebraciones públicas. Los sacerdotes y levitas se mantenían con los tributos de los campesinos, obligatorios para todos los judíos.

Pero el Templo no era el único lugar en que se rendía culto a Dios: en época de Jesús existía también la costumbre de reunirse cada sábado en las sinagogas. Mientras que el culto en el Templo estaba dominado por los sacerdotes, la costumbre de reunirse en las sinagogas fue promoviendo la religiosidad de los laicos. Además, en las sinagogas no se llevaban a cabo sacrificios a diferencia del Templo, sino que tan solo se leían y comentaban los textos sagrados.

En la época de Jesús, existían sectas divergentes dentro del judaísmo. El autor que más información proporciona sobre este tema es Flavio Josefo. Este distingue entre tres sectas principales: la saducea, la esenia y la farisea. Esta última era bastante respetada por el pueblo y estaba constituida principalmente por laicos.

Creían en la inmortalidad del alma y eran conocidos por el rigor con que interpretaban la ley, considerando a la tradición como fuente de esta. En cuanto a los saduceos, gran número de ellos formaba parte de la casta sacerdotal, pero en oposición a los fariseos, rechazaban la idea de que la tradición era fuente de ley y negaban también la inmortalidad del alma. Por último, el grupo de los esenios es considerado por la inmensa mayoría de los investigadores como el autor de los denominados manuscritos del Mar Muerto. Constituían una especie de monacato, cuyos seguidores eran estrictos cumplidores de la ley, aunque diferían de los otros grupos religiosos en su interpretación de esta. Los nazarenos eran hebreos que se consagraban particularmente al culto de Dios, no bebían licor alguno que pudiera embriagar, y no se cortaban la barba ni el cabello.

Otro aspecto de suma importancia en el judaísmo del siglo I es su concepción apocalíptica: la creencia en una intervención futura de Yahvé, que restauraría el poder de Israel y tras la que reinarían la paz y armonía universales. Esta idea adquirió gran fuerza en la época en que el pueblo judío fue sometido por la ocupación romana (aunque está ya presente en varios de los libros proféticos de la Tanaj, especialmente en el Libro de Isaías), y se relaciona estrechamente con la creencia en la llegada de un Mesías. Además, es muy mencionada en la llamada literatura intertestamentaria: libros apócrifos generalmente atribuidos a patriarcas u otras figuras destacadas de la Biblia hebrea.

Cristo caído (Nicola Fumo, San Ginés, Madrid) 01

El hombre

Jesús de Nazaret nació con bastante probabilidad en torno al año 4 a. C., aunque la fecha no puede determinarse con seguridad. Según la opinión hoy mayoritaria entre los estudiosos su lugar de nacimiento fue la aldea galilea de Nazaret, aunque pudo haber nacido también en Belén, en Judea, cerca de Jerusalén. Es probable que sus padres se llamaran José y María, y que tuviera varios hermanos y hermanas. No hay constancia de que estuviera casado; probablemente era célibe, aunque tampoco hay ninguna fuente que lo afirme. Cuando tenía aproximadamente treinta años, se hizo seguidor de un predicador conocido como Juan el Bautista y, cuando este fue capturado por orden del tetrarca de Galilea, Antipas (o tal vez antes), formó su propio grupo de seguidores. Como predicador itinerante, recorrió varias localidades de Galilea, anunciando una inminente transformación que denominaba Reino de Dios. Predicaba en arameo, aunque es muy probable que conociese también el hebreo, lengua litúrgica del judaísmo, tanto en sinagogas como en casas privadas y al aire libre. Entre sus seguidores había varias mujeres.

Desarrolló su predicación durante un tiempo imposible de concretar, pero que en cualquier caso no excedió de tres años, y muy probablemente fue bastante inferior. Durante su predicación, alcanzó fama en la región como sanador y exorcista. Según su punto de vista, su actividad como taumaturgo anunciaba también el Reino de Dios. Fue acusado de borracho y comilón, amigo de publicanos y prostitutas (Mt 11,19), y de exorcizar con el poder del príncipe de los demonios (Mt, 12, 22-30). Sus familiares lo tuvieron por enajenado (Mc 3,21). Las muchedumbres le inspiraban compasión (Mt 14, 14) y la única vez que habló de su personalidad se autodefinió como manso y humilde de corazón (Mt, 11-29) pero rechazó ser llamado bueno, porque solo Dios es bueno (Mc 10,18). La presencia viva de Jesús generaba en sus discípulos una alegría liberadora: «¿acaso pueden los compañeros del novio ayunar mientras el novio está con ellos? Mientras que tienen con ellos al esposo no pueden ayunar» (Mc 2, 19).

Con motivo de la fiesta de la Pascua, acudió con un grupo de seguidores suyos a Jerusalén. Probablemente por algo que hizo o dijo en relación con el Templo de Jerusalén, aunque no pueden excluirse otros motivos, fue detenido por orden de las autoridades religiosas judías de la ciudad, quienes lo entregaron al prefecto romano, Poncio Pilato, acusado de sedición. Como tal, fue ejecutado, posiblemente en torno al año 30, por orden de las autoridades romanas de Judea. A su muerte, sus seguidores se dispersaron, pero poco después vivieron colectivamente una experiencia que les llevó a creer que había resucitado y que regresaría en un plazo breve para establecer el Reino de Dios que había predicado en vida.

Nombre

Jesús es la forma latinizada del griego Ιησοῦς (Iesoûs), con el que es mencionado en el Nuevo Testamento, escrito en griego. El nombre deriva del hebreo Ieshú, forma abreviada de Yeshúa, la variante más extendida del nombre Yehoshúa, que significa ‘Yahveh salva’, y que designa así mismo a Josué, un conocido personaje del Antiguo Testamento, lugarteniente y sucesor de Moisés.

Se sabe que era un nombre frecuente en la época, ya que en la obra de Flavio Josefo son mencionados unos veinte personajes de igual denominación. La forma de este nombre en arameo ―el idioma de la Judea del siglo I― es la que con toda probabilidad usó Jesús: Ieshuá (ישׁוע, Yēšûaʿ).

En Marcos y Lucas, Jesús es llamado Iesoûs hó Nazarēnós (Ιησοῦς ὅ Ναζαρηνός); en Mateo, Juan y a veces en Lucas se utiliza la forma Iesoûs hó Nazoraîos (Ιησοῦς ὅ Ναζωραῖος), que aparece también en Hechos de los Apóstoles. La interpretación de estos epítetos depende de los autores: para la mayoría, ambos hacen referencia a su localidad de origen, Nazaret; otros, interpretan el epíteto nazoraîos (‘nazoreo’) como compuesto de las palabras hebreas neser (‘retoño’) y semah (‘germen’); según esta interpretación, el epíteto tendría un carácter mesiánico; otros, en cambio, lo interpretan como Nazareo (separado para Yahveh). El Diccionario de la lengua española (de la Real Academia Española) recoge para la palabra «nazareno» la descripción: ‘Hebreo que se consagraba particularmente al culto de Dios, no bebía licor alguno que pudiese embriagar, y no se cortaba la barba ni el cabello’. Muy posiblemente, en tiempos de Jesús hubiese unos cuantos hombres más que actuasen de esta manera como servicio religioso.

Catedral de San Pedro Virgen de la Candelaria 4
Sagrada Familia de la catedral de San Pedro Virgen de la Candelaria, Bolivia

Lugar y fecha de nacimiento

Jesús nació probablemente en Nazaret, en Galilea, ya que en la mayoría de las fuentes se le llama "Jesús de Nazaret", y en la antigüedad solía expresarse de esta forma el lugar de nacimiento. Sin embargo, dos evangelios (Lucas y Mateo), los únicos que entre los evangelios canónicos hacen referencia a la infancia de Jesús, relatan su nacimiento en Belén, en Judea. Aunque este lugar de nacimiento es el comúnmente aceptado por la tradición cristiana, los investigadores actuales han puesto de relieve que los relatos de Mateo y Lucas están elaborados con temas de la tradición davídica, contienen varios elementos históricamente poco fiables, y muestran una clara intención de demostrar que Jesús era el Mesías, que, según Miq 5,2, debía nacer en Belén. Son muchos los críticos actuales que consideran que la historia del nacimiento de Jesús en Belén es una adición posterior de los autores de estos evangelios y no se corresponde con la realidad histórica. Sin embargo, otros autores, la mayoría de ellos católicos, entienden que no hay razones para dudar de la veracidad histórica de Mateo y Lucas en lo referente a este punto.

Aunque Nazaret es citada 12 veces en los evangelios, y las investigaciones arqueológicas indican que el pueblo fue continuamente ocupado desde el siglo VII antes de la era común, "Nazaret" no es mencionada por historiadores o geógrafos de los primeros siglos de la era común. Según John P. Meier, Nazaret era "un lugar insignificante situado en los montes de la Baja Galilea, un pueblo tan oscuro que nunca lo mencionan el Antiguo Testamento, Josefo, Filón, ni la literatura temprana de los rabinos, ni los pseudepigrapha del Antiguo Testamento".Aunque Lucas 1:26 la llama "ciudad", en realidad sería una pobre aldea que debió toda su importancia posterior al hecho cristiano. El nombre de nazarenos dado a los cristianos palestinenses del siglo I era sin dudas irónico y despectivo, y en tal sentido el nombre de Jesús se acompañó con el título "de Nazaret", un lugar oscuro que en nada lo favorecía, tal lo señalado por Raymond E. Brown.

Con los datos con que se cuenta en el presente, no es posible precisar el año del nacimiento de Jesús de Nazaret. Se considera un dato bastante seguro que la muerte de Herodes el Grande tuvo lugar en el año 4 a. C. De allí que al datar el nacimiento de Jesús, la gran mayoría de los autores se decantan por un rango entre los años 7 y 4 a. C., ya que existe probabilidad a favor de que el nacimiento haya sucedido en los últimos años del reinado de Herodes el Grande.
Algunos autores extienden el plazo probable del nacimiento a 8 a. C., o 3-2 a. C., aunque estas posiciones son hoy claramente minoritarias.

Las fuentes cristianas no ofrecen una cronología absoluta de los acontecimientos de la vida de Jesús, con una sola salvedad: Lc 3,1 fija el comienzo de la actividad de Juan el Bautista en «el año quince del reinado de Tiberio», que posiblemente pueda interpretarse como equivalente a uno de estos años: 27, 28 o 29. Un poco más adelante (Lc 3,23), indica que Jesús contaba aproximadamente 30 años al comienzo de su predicación. Además de situar ―al igual que Mateo― el nacimiento de Jesús al final del reinado de Herodes el Grande, el relato de Evangelio de Lucas 2, 1-2 menciona el "censo de Quirino" (cuyo nombre completo y preciso es Publio Sulpicio Quirinio, siendo "Quirino" o "Cirino" probables desviaciones de los copistas),lo que plantea un problema histórico que no se ha resuelto. En Antigüedades judías, 17.13; 18.1, el historiador Flavio Josefo aludió a un censo bajo Cirino (Quirinio o Quirino) siendo Coponio procurador de Judea. Si se cotejan los versículos de Lucas con todas las crónicas históricas sobre el gobierno de Quirinio en Siria y los empadronamientos que se hicieron bajo el mandato de César Augusto, se llega al hecho de que se desconoce que se haya ordenado un censo que "abarcara a todo el mundo conocido bajo Augusto", y que el censo de Judea, que no incluía a Nazaret, y que se llevó a cabo bajo Quirinio, habría ocurrido unos diez años después de la muerte de Herodes el Grande, es decir, en el año 6 o 7 d. C. y por lo tanto, presumiblemente después del nacimiento de Jesús. Es probable que post factum, es decir, tras la muerte de Jesús de Nazaret, su nacimiento se haya asociado a recuerdos dispersos de acontecimientos que ocurrieron unos años antes o después del nacimiento en sí. Sobre este punto, Antonio Piñero señaló: «La inmensa mayoría de los investigadores cree que Lucas se refiere de oídas al censo de Quirinio del 6 d. C, por tanto unos diez años después del nacimiento de Jesús".

Convencionalmente, se adoptó como la fecha de nacimiento de Jesús la calculada en el siglo VI por Dionisio el Exiguo, basada en cálculos erróneos y que hoy sirve de inicio de la llamada era cristiana; también convencionalmente, en el siglo IV comenzó a celebrarse su nacimiento el 25 de diciembre.

The Sacred Family Cathedral - detail- Golgotha scene (by Josep Maria Subirachs)
Catedral de la Sagrada Familia en Barcelona España

Orígenes familiares

Sobre la familia de Jesús, todos los evangelios están de acuerdo en el nombre de su madre, María y de su padre, José, si bien dos de los evangelios (Mateo y Lucas) contienen relatos, diferentes entre sí, acerca de la concepción milagrosa de Jesús por obra del Espíritu Santo. Según estos relatos, José no habría sido su padre verdadero, sino solo su padre legal, por ser el esposo de María. La mayoría de los investigadores creen que estos relatos son bastante tardíos: no se mencionan en los evangelios de Marcos y de Juan, y existen indicios que permiten sospechar que en tiempo de Jesús este era conocido como "hijo de José".

Los hermanos de Jesús son mencionados en varias ocasiones en los evangelios y en otros libros del Nuevo Testamento (sobre este tema, véase el artículo Hermanos de Jesús). En Mc 6:3 se mencionan los nombres de los cuatro hermanos varones de Jesús: Jacob (Santiago), José, Judas y Simeón o Simón, y se indica también la existencia de dos hermanas.

Son numerosas las fuentes que indican la ascendencia davídica de Jesús, a través de José (a pesar de que, como antes se ha dicho, algunos evangelios afirman explícitamente que José no fue el padre biológico de Jesús). Varios pasajes del Nuevo Testamento muestran que era llamado «hijo de David», y que la idea de su origen davídico estaba muy extendida en los primeros años del cristianismo aunque él nunca se refirió a sí mismo como tal. Los críticos no están de acuerdo, sin embargo, en que esta ascendencia davídica sea un dato cierto, dado que puede tratarse de una adición de los evangelistas para demostrar la condición mesiánica de Jesús. Las genealogías de Jesús que aparecen en Mateo y Lucas (Mt 1:1-16 y Lc 3:23-31) son diferentes entre sí, aunque ambas vinculan a José, padre legal de Jesús con la estirpe de David.

Religión, lengua, profesión

La actividad de Jesús se inscribió en el marco de la religiosidad judía. De las fuentes se infiere que en general cumplió los preceptos de la Ley mosaica (aunque en ocasiones discrepara de la interpretación que de ella hacían algunos grupos religiosos), y que participó de creencias comunes en el judaísmo del siglo I (como la existencia de demonios o la resurrección de los muertos).

Los investigadores están de acuerdo en que la lengua materna de Jesús fue el arameo. Aunque los evangelios están escritos en griego, contienen frecuentes expresiones en arameo, la mayor parte de ellas atribuidas a Jesús. Además, el arameo era la lengua habitual de los judíos de Galilea. Seguramente el arameo hablado en Galilea era una variante dialectal reconocible, como lo atestigua el hecho de que Pedro sea reconocido por su acento en Jerusalén (véase Mt 26, 73).

No puede aclararse si Jesús hablaba o no griego. En general se cree que conocía el hebreo, que en la época era solo una lengua religiosa y de cultura, y que sabía leer, ya que en una ocasión se le presenta leyendo el Libro de Isaías (escrito en hebreo) en una sinagoga.

Parece ser que tanto Jesús como su padre, José, ejercieron la profesión de carpinteros. En cualquier caso, hay bastante consenso en cuanto a que procedía de un medio campesino. En su predicación hizo también constantes referencias a las labores agrícolas, y apenas parece interesado por el medio urbano (no hay constancia de que en su predicación visitara nunca las principales ciudades de Galilea, a pesar de que la importante ciudad de Séforis se hallaba a corta distancia de Nazaret).

Actividad

No se conoce con certeza cuánto tiempo duró la vida pública de Jesús. Los Evangelios sinópticos mencionan una sola fiesta de Pascua celebrada por él con sus discípulos en Jerusalén, durante la cual fue detenido y crucificado. Eso parece sugerir que su vida pública duró solamente un año. En el Evangelio de Juan, por el contrario, se mencionan tres fiestas de Pascua, las tres celebradas por Jesús en Jerusalén, lo que hace suponer que el ministerio de Jesús se prolongó durante dos o tres años. En todos los evangelios solo hay una indicación precisa de fecha, la que se ofrece en Lucas (Lc 3:1-2), indicando que la actividad de Juan el Bautista se inició el año 15 del mandato de Tiberio, lo que puede coincidir, según diferentes cálculos, con los años 27, 28 o incluso 29 de nuestra era, aunque la mayoría de los autores se inclina por el año 28.

La vida pública de Jesús se inicia, según todos los evangelios, con su bautismo por Juan el Bautista en el río Jordán. Es probable que Jesús iniciase su actividad como seguidor del Bautista.

Seguido de un grupo de fieles, de entre los cuales escogió a sus más allegados, los doce apóstoles o enviados, recorrió en su actividad toda Galilea (especialmente el área en torno a Cafarnaún) y las regiones aledañas de Fenicia, la Decápolis y el territorio de la tetrarquía de Herodes Filipo.

Según las fuentes cristianas, su predicación transmitía un mensaje de esperanza especialmente dirigido a los marginados y pecadores (Lc 15). Posiblemente llegó a congregar a grandes multitudes (se habla, por ejemplo, de cinco mil personas en referencia a la multiplicación de los panes y los peces). Se trasladó a Jerusalén para celebrar allí la Pascua con sus discípulos, y entró triunfalmente en la ciudad.

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Relación con Juan el Bautista

En los cuatro evangelios canónicos, el comienzo de la vida pública de Jesús lo marca su bautismo por Juan en el Jordán. Juan el Bautista es un personaje relativamente bien conocido gracias a la información que de él proporciona Flavio Josefo, quien afirma que era «un hombre de bien que incitaba a los judíos [...] a ser justos los unos con los otros y píos hacia Dios, y a ir juntos al bautismo» (Antigüedades judías, 18, 116-119) y relata que Herodes Antipas lo ejecutó por miedo a que provocase una revuelta. El mensaje de Juan, tal y como es reflejado por las fuentes, parece bastante semejante al de Jesús; según Mateo, en su predicación hacía referencia al Reino de los Cielos e insistía en la necesidad de un pronto arrepentimiento. El hecho de que Jesús se sometiese al rito bautismal sugiere que probablemente formase inicialmente parte de la comunidad religiosa del Bautista.

En los evangelios, Juan se considera a sí mismo un precursor, declarando que no es digno de desatar la correa de las sandalias de Jesús y que este sustituirá su bautismo de agua por el bautismo "en el Espíritu Santo". Por su parte, Jesús habla con gran respeto de Juan, afirmando que "entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor", si bien añade que "el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él". En el Evangelio de Juan se sugiere que entre los discípulos de Jesús y del Bautista llegó a haber cierta rivalidad, pero se deja claro que Juan aceptó siempre su subordinación a Jesús.

Debe tenerse en cuenta que los evangelios fueron escritos por seguidores de Jesús, con la finalidad de conseguir nuevos conversos. Si, como parece, Juan el Bautista fue un personaje relativamente conocido y respetado en su tiempo (como parece demostrarlo el hecho de que Flavio Josefo se refiera a él por extenso), es bastante explicable que los evangelistas lo presenten admitiendo públicamente la superioridad de Jesús.

Predicación

Del estudio de las fuentes (sobre todo los sinópticos) se infiere que Jesús predicó de forma itinerante en la zona norte de cisjordania hoy Palestina y, preferentemente, en las aldeas que bordeaban el lago de Genesaret. Sus seguidores fueron principalmente de extracción campesina, y le acompañaron también varias mujeres, lo cual resulta inusual en el contexto de los movimientos religiosos del judaísmo. Escogió a doce apóstoles o enviados, posiblemente en representación de las doce tribus de Israel. Ni los nombres de los apóstoles ni los relatos de cómo se unieron a Jesús coinciden en todos los evangelios, pero todos concuerdan en la cifra de doce.

La crítica es prácticamente unánime en considerar que el núcleo de la predicación de Jesús era el anuncio del Reino de Dios. Sin embargo, existen importantes discrepancias a la hora de interpretar qué significa esta expresión en el contexto de la predicación de Jesús. El "Reino de Dios" se anuncia como algo inminente; en este sentido, la predicación de Jesús se inserta en el contexto de la literatura apocalíptica del judaísmo, en la que existe la esperanza de una próxima intervención de Dios en los asuntos humanos. Para entrar en el Reino de Dios que Jesús profetiza es necesaria una transformación interior (metanoia) que alcanza todos los ámbitos de la existencia humana; así, quien no se hace como un niño no entrará en el Reino (Mt 18, 1-5) y el perdón es condición para un culto eficaz (Mt, 5, 21-26).

Jesús describió el Reino de Dios utilizando parábolas (véase más arriba), en muchas de las cuales aparece un contraste entre un inicio pequeño e insignificante y un final espléndido (Mt 13,31-34), un padre generoso y unos invitados al banquete ocupados y desagradecidos (Mt 22, 1-14), un rey compasivo y un siervo sin piedad (Mt 18, 21-35), un viñador confiado y unos arrendatarios infieles (Lc 20, 9-19), un sembrador despreocupado y distintos tipos de tierra (Mc 4,1-9).

Hay bastante consenso entre los especialistas en cuanto a que la predicación de Jesús iba dirigida en exclusiva al pueblo de Israel. Según Mateo, así lo dijo: "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 15:24). Se admite, sin embargo, que algunos gentiles podrían participar de este mensaje. Según los evangelios, sanó a algunos gentiles, como el criado del centurión de Cafarnaún o la hija de la mujer sirofenicia, conmovido por la fe que demostraron.

No hay unanimidad entre los estudiosos con respecto a si Jesús se consideró a sí mismo como el Mesías de Israel, como afirman los evangelios canónicos, o si su identificación como tal pertenece a la teología de las primeras comunidades cristianas. En los sinópticos, y especialmente en el Evangelio de Marcos, Jesús admite implícitamente que es el Mesías, pero pide en numerosas ocasiones a sus discípulos que no lo divulguen ("secreto mesiánico").

Se considera generalmente un dato histórico que Jesús se designó a sí mismo como "Hijo del Hombre", aunque no está claro si se trata de un título escatológico, como parece desprenderse de su empleo en el Libro de Daniel y otros textos intertestamentarios, o si es un mero circunloquio semítico para hacer referencia a la primera persona del singular.

En líneas generales, la predicación de Jesús se mantuvo en el marco del judaísmo de su época. En algunos aspectos, sin embargo, entró en conflicto con la interpretación que de la ley judía hacían otros grupos religiosos (fundamentalmente saduceos y fariseos), sobre todo en dos aspectos: la observancia del sábado y la pureza ritual. Existen discrepancias sobre cómo interpretar estos conflictos: como una controversia ética (prioridad del bien del hombre sobre la letra del precepto, de lo interior sobre lo exterior), como una controversia de autoridad (Jesús tiene un poder recibido de lo alto y lo ejerce) o como una controversia escatológica (se inaugura un nuevo tiempo).

En la predicación de Jesús, tienen una gran importancia sus enseñanzas éticas. El centro de la ética de Jesús era el amor al prójimo, al desvalido de quien no se puede recibir contraprestación (Lc 14,13) y, muy especialmente, el amor al enemigo (única manera de distinguirse de los paganos que aman a los que les aman a ellos) (Mt 5,44-48, Lc 6,27-38). Para algunos autores, la ética que Jesús predicaba tiene un carácter provisional, y se orienta sobre todo a la época de preparación del Reino de Dios. Por ese motivo también, la ética de Jesús enfatiza la renuncia a los bienes materiales. En todo caso, las fuentes coinciden en que no se puede servir a Dios y a las riquezas (Mt 6,24).

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Jesús, María Magdalena y Marta de Betania

Jesús y las mujeres

Son muchos los especialistas que han llamado la atención acerca de la coincidencia en las fuentes sobre la especial consideración que Jesús parece haber tenido hacia las mujeres de diversa condición, en especial las marginadas, enfermas y pecadoras públicas. Algo, en cierta medida, novedoso para un rabí de la época. Los ejemplos son múltiples: así la encorvada a la que se acerca y cura en sábado llamándola hija de Abraham, título exclusivamente masculino (Lc 13,11); la que sufría una patología femenina extrema que la hacía impura y excluida y que alcanza a tocarle sin que Jesús pueda evitar curarla (Mc 5,25-34); la extranjera pagana, único personaje en los evangelios canónicos que le convence en una discusión, apelando a su corazón con una parábola (Mt 15,28); la viuda a la que Jesús se acerca por propia iniciativa, conmovido (Lc 7,13); la prostituta que le unge, con escándalo de los presentes, y a la que le son perdonados los pecados porque «ha amado mucho» (Lc 7, 37-47); la viuda pobre a la que Jesús ensalza por su generosidad (Mc 12, 41-44); Marta y María, las amigas que le acogen en su casa (Lc 10, 38-42).

Las fuentes sinópticas coinciden también en que entre los discípulos itinerantes de Jesús se encontraban mujeres (María Magdalena, Juana, Salomé...), algo no muy común en una sociedad patriarcal. E incluso afirman que permanecieron al pie de la cruz cuando todos habían huido (Mc 15,40-41). Resulta también paradójico que se reconozca como primeros testigos de la resurrección a mujeres, cuyo testimonio apenas tenía validez en aquel contexto social (Mc 16, 11).

Por otro lado, en sus diatribas contra los escribas y fariseos, Jesús les reprocha que devoren los bienes de las viudas con pretextos religiosos (Lc 20, 18), y a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo les llega a asegurar que las prostitutas les precederán en el Reino de Dios (Mt 21, 31).

Por su parte, en el Evangelio de Juan, destacan algunos personajes femeninos: la enemiga étnica de vida licenciosa que es interlocutora del discurso del «agua viva» y de la "adoración en espíritu y en verdad", que acaba evangelizando a sus convecinos samaritanos; Marta de Betania, protagonista de un diálogo fundamental sobre la «resurrección y la vida»; y la mujer adúltera a la que Jesús salva de morir lapidada conforme a la Ley de Moisés. Incluso la crítica histórica y exegética más exigente reconoce que, más allá del carácter kerigmático de estos relatos, se esconde un trasfondo histórico en donde el predicador judío, Jesús de Nazaret, otorgó una consideración llamativa a las mujeres de su tiempo.

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La resurrección de Lázaro por Giotto di Bondone (siglo XIV.

Milagros
Tanto las fuentes sinópticas como el Evangelio de Juan presentan a Jesús como hacedor de milagros. También destaca esta faceta de su actividad el Testimonio Flaviano, donde se indica que "llevó a cabo hechos sorprendentes" (Antigüedades judías, XVIII, 63), aunque no puede asegurarse que no se trate de una interpolación cristiana posterior.

En líneas generales, la investigación actual no concede credibilidad histórica a los hechos maravillosos de Jesús que tienen que ver con alteraciones de las leyes de la Naturaleza, que se consideran proyección de la fe de los primeros cristianos y, como tales, requieren una interpretación simbólica, no literal. En gran medida los relatos de milagros pueden tener un origen helenístico: Rudolf Bultmann encontró paralelismos entre los relatos de los milagros de Jesús y otros similares de la tradición helenística, lo que le llevó a concluir que "parece probable que los relatos taumatúrgicos tienen generalmente un origen helenístico".

No obstante, se acepta en general que Jesús fue considerado por sus contemporáneos como capaz de curar ciertas enfermedades y de exorcizar demonios, lo que puede interpretarse a la luz de las creencias populares en la Palestina del siglo I. Los sinópticos, y especialmente el Evangelio de Marcos, ofrecen numerosos testimonios de este tipo de actividad, y no parece probable que se trate de adiciones posteriores. Estos testimonios coinciden además con los de las fuentes talmúdicas, donde se relata que Jesús fue ejecutado como hechicero. Algunos investigadores, como el estadounidense Morton Smith, han llegado a considerar este tipo de prácticas como las más importantes en el magisterio de Jesús, hasta el punto de identificarlo como un mago helenístico, similar a otros, aproximadamente contemporáneos, como Apolonio de Tiana.

Muerte

La mayoría de las fuentes que hacen referencia a la muerte de Jesús concuerdan en que murió crucificado por orden del entonces prefecto romano en Judea, Poncio Pilato.

Que la orden de la ejecución de Jesús partió de la autoridad romana lo confirma lo que se sabe acerca de los procedimientos jurídicos en las provincias del Imperio romano. Las sentencias capitales eran competencia exclusiva del funcionario romano, que tenía el llamado ius gladii (‘derecho de espada’). Solo los romanos, además, utilizaban la crucifixión como método de ejecución. Para la mayoría de los historiadores y biblistas, la referencia en los cuatro evangelios canónicos a la existencia de una inscripción o titulus ―tablilla que tenía por función especificar el motivo de la crucifixión― que contenía el cargo condenatorio de Jesús de Nazaret, constituye uno de los datos más sólidos del carácter histórico de su pasión. Además, Raymond Edward Brown señala que no resulta verosímil que el cargo por el cual se condenó a Jesús de Nazaret ("rey de los judíos") sea una invención, porque nunca se presentó como una confesión cristiana y porque se trató de una inscripción a la vista de todos.

Existen, sin embargo, discrepancias entre los investigadores a la hora de determinar algunas circunstancias de la ejecución. En primer lugar, en cuanto al delito del que fue acusado Jesús y por el cual fue condenado a la pena capital. En segundo lugar, en cuanto al grado de implicación de las autoridades judías de Jerusalén en el juicio y sentencia de Jesús.

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Cristo en una crux commissa, de pintor alemán de 1440-1450.

Cronología

Ninguna de las fuentes ofrece una fecha exacta para la muerte de Jesús. Sin embargo, tanto las fuentes sinópticas como el Evangelio de Juan coinciden en que Jesús murió un viernes. Según los sinópticos, este viernes coincidió con el primer día de la fiesta de Pésaj (Pascua judía), que se celebraba el día 15 del mes hebreo de nisán. El Evangelio de Juan, en cambio, indica que la muerte de Jesús ocurrió el día anterior a dicha fiesta (es decir, el 14 de nisán), la tarde en la que en el templo de Jerusalén se sacrificaban los corderos pascuales. Se ha indicado que la información dada por Juan puede estar motivada por su intención de identificar a Jesús como el verdadero Cordero de Dios, ya que su muerte, en el relato joánico, tiene lugar a la misma hora en que en el templo se sacrificaban los corderos para la fiesta de Pascua.

Todas las fuentes están de acuerdo en que la ejecución de Jesús tuvo lugar durante el mandato de Poncio Pilato (26-36). Si se acepta como cierta la información que aportan los sinópticos, la muerte de Jesús pudo haber ocurrido en el 27 ó el 34, ya que en estos dos años el 15 de Nisán cayó en viernes. Si se cree, en cambio, que la información más fidedigna es la aportada por el Evangelio de Juan, las fechas posibles son el 30 y el 33, años en los que el 14 de nisán fue viernes.

Algunos autores han intentado armonizar los datos aportados por los sinópticos y por Juan, apelando al uso de dos calendarios diferentes (un calendario lunar oficial y otro solar, utilizado por los esenios). No hay indicios, sin embargo, de que Jesús siguiese otro calendario diferente del que regía las festividades oficiales.

Aunque la tradición cristiana considera generalmente que, en el momento de su muerte, Jesús tenía 33 años, es perfectamente posible que tuviera una edad superior, dado que, como se ha expresado, posiblemente nació antes del 4 a. C. (año de la muerte de Herodes el Grande). El número 33 con el tiempo ha acabado adquiriendo un sentido simbólico y ha sido empleado por organizaciones como la masonería, que divide su escalafón en 33 grados (siendo el 33 el grado superior).

Otras Teorías

Teorías acerca del carácter histórico de Jesús

Una teoría considera que Jesús fue principalmente un revolucionario mesiánico, que pretendía redimir a Israel e instalar un régimen teocrático (el Reino de Dios). Esta teoría relaciona a Jesús con el movimiento de los zelotes, y se basa principalmente en el dato, corroborado por fuentes no cristianas (Tácito, Flavio Josefo), de su ejecución en la cruz, suplicio reservado a los condenados por sedición. Según estos autores, aquello que en las fuentes contradice esta teoría sería el resultado de una reelaboración de la historia de Jesús por parte de sus seguidores, realizada tras su muerte. El principal defensor de esta teoría fue S. F. G. Brandon: Jesus and the zealots: a study of the political factor in primitive christianity (1967).

Jesús con la secta de los esenios

Algunos autores, como Burton Mack o John Dominic Crossan, piensan que Jesús fue principalmente un maestro ético, cuyas enseñanzas tienen grandes afinidades con la filosofía cínica.

Morton Smith, en su libro Jesus the magician, identifica a Jesús como un mago.

Varios autores, notablemente Hyam Maccoby, creen que Barrabás es la versión griega del arameo Bar Abba (‘hijo de padre’), supuestamente el sobrenombre del mismo Jesús. Según ello, al pedir a Pilato la liberación de Barrabás, el pueblo pedía la liberación de Jesús.

Teoría de Jesús como personaje mítico

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La figura de Jesucristo en Londres..

Mito de Jesús

Algunos autores niegan de forma absoluta la validez histórica de las fuentes cristianas, y sostienen que la figura de Jesús es el resultado de una falsificación consciente por parte de los primeros cristianos. Según esta teoría, Jesús no fue un personaje histórico, sino una entidad mítica, producto del sincretismo entre las religiosidades helenística y judía. En la actualidad, los principales defensores de esta teoría en medios académicos son George Albert Wells, Earl Doherty, Alvar Ellegård, Timothy Freke y Peter Gandy.

Los principales argumentos que apoyan esta postura son:

En la literatura cristiana del siglo I, excluidos los evangelios, apenas hay referencias a la actividad de Jesús. Ninguno de estos textos registra sus enseñanzas, sus milagros ni el proceso que llevó a su ejecución. Earl Doherty llama a esto, de forma irónica, "una conspiración de silencio".

El hecho de que gran parte de los acontecimientos de la vida de Jesús narrados en los evangelios tengan claros paralelos en la Biblia judía, lo que ha llevado a pensar que los relatos evangélicos fueron modelados a semejanza de los del Antiguo Testamento.

Repercusiones históricas de Jesús de Nazaret

Es abismal la diferencia entre la mínima repercusión histórica que la predicación de Jesús alcanzó durante su vida y su influencia posterior en la historia universal. El movimiento religioso iniciado por Jesús, escindido del judaísmo, terminó convirtiéndose en una nueva religión, el cristianismo, que fue ganando adeptos por todo el ámbito del Mediterráneo durante los primeros siglos de nuestra era. A pesar de ser duramente criticada, e incluso perseguida, durante el siglo IV la religión cristiana llegó a ser la religión principal (oficialmente la única a partir del Edicto de Tesalónica) del Imperio romano. La Iglesia cristiana alcanzó un enorme poder, y mantuvo su estructura fuertemente jerarquizada después de las invasiones bárbaras que marcaron el final del Imperio romano de Occidente. En Oriente, continuó siendo la religión oficial del Imperio bizantino hasta el final de este estado, a mediados del siglo XV, si bien en gran parte de los antiguos territorios orientales del Imperio romano se vio desplazada, a partir del siglo VII, por el avance del islam.

El cristianismo se incorporó a la herencia cultural de Europa, hasta el punto de ser considerado en la actualidad como uno de sus principales rasgos de identidad. Con la expansión de la cultura europea que comenzó en el siglo XV, esta religión se difundió por otros muchos lugares del mundo, especialmente por América, donde es hoy también la religión más importante. En la actualidad, la religión cristiana, en sus diferentes denominaciones, es la que cuenta con mayor número de seguidores en todo el mundo.

La historia de la Iglesia cristiana, tanto en Oriente como en Occidente, ha sido en gran medida la de la lucha entre diferentes concepciones del cristianismo, que desembocaron en varios cismas, con la consiguiente aparición de nuevas iglesias, por lo que en la actualidad no existe una sola, sino muy variadas confesiones cristianas. Todas estas variantes del cristianismo comparten, sin embargo, una visión de Jesús de Nazaret relativamente unitaria en lo esencial (véase más abajo la sección Jesús en el cristianismo).

El cristianismo, y especialmente la figura de Jesús de Nazaret, ha ejercido hasta la actualidad una enorme influencia en todos los aspectos de la cultura de Europa y de América (sobre algunos aspectos de la influencia de Jesús en la cultura, véanse las secciones Jesús en el arte, Jesús en la literatura, Jesús en el cine).

Jesús según el judaísmo

El judaísmo, religión en cuyo marco se desarrolló la predicación de Jesús, rechaza la creencia de que Jesús es Dios, ya que resulta incompatible con su estricto monoteísmo. Igualmente rechaza su identificación con el Mesías o como profeta.

En líneas generales, puede decirse que el judaísmo prestó escasa atención a Jesús de Nazaret. Sin embargo, un personaje llamado Yeshu (alt: Jeshu, Yeishu, en hebreo: יש"ו) es mencionado en antiguos textos rabínicos, entre ellos el Talmud de Babilonia, redactado en fecha anterior al año 600, y la literatura midrásica, de entre 200 y 700. El nombre es similar, aunque no idéntico, a Yeshúa, que es considerado por muchos autores el nombre original de Jesús en arameo. Además, en varios manuscritos del Talmud de Babilonia aparece con el sobrenombre Ha-Notztri, que puede significar ‘el Nazareno’. Por este motivo, y por ciertas coincidencias entre la historia de Jesús conocida por los evangelios cristianos y la del Yeshu citado en el Talmud, algunos autores han identificado a ambos personajes. Existen, sin embargo, discrepancias sobre este punto.

En los textos rabínicos, Yeshúa es caracterizado desde un punto de vista muy negativo: aparece como un embaucador que empuja a los judíos a apostatar de su religión.

Jesús en las religiones gnósticas

El gnosticismo es un conjunto de religiones heterogéneas que florecieron cuando las religiones locales de Asia entraron en contacto con el helenismo. A pesar de su diversidad de contenidos, comparten algunos rasgos, a veces de estilo y, a veces, de contenido. Por ejemplo, era muy común en ellas atribuir al mundo un origen maligno o defectuoso. Para algunas religiones gnósticas, el mundo había sido creado por malignos demiurgos que tenían al hombre encerrado en la existencia terrenal e ignorante de su condición de prisionero. Para otras, el mundo era el fruto de un fracaso o tragedia creativos. Los que conocían (gnosis) esta verdad podían intentar escapar. En contacto con el cristianismo, aparecieron nuevas variantes gnósticas. Las más destacadas fueron:

Marción de Sínope (siglo II): Es el único gnóstico que reconoció a Jesús de Nazaret como único y verdadero Hijo de Dios. Sin embargo, el Dios que propugna Marción no es el Dios del Antiguo Testamento y, por lo tanto, su acto, más que redentor, es liberador. Es decir, el Dios del Antiguo Testamento crea al hombre y el Dios del Nuevo Testamento lo libera o manumite pagando para ello el precio de su sangre.
Valentín (siglo II): fue el fundador de otra escuela gnóstica. Para él, Jesús de Nazaret fue una divinidad creada para redimir a la propia divinidad de un defecto o desorden interno sufrido durante el proceso de la creación.
Simón Mago (siglo I): Fue un predicador gnóstico que se autoproclamó encarnación del Padre. Para él, Jesús de Nazaret había sido una encarnación previa del Hijo.
Basílides de Alejandría (siglo II): fue el fundador de otra secta gnóstica. Consideraba que la muerte de Jesús era incompatible con su naturaleza divina y, por lo tanto, había sido una muerte ilusoria.
Mani (siglo III): fundador del maniqueísmo. Dentro de su sistema, Jesús de Nazaret, Zoroastro y Buda habían sido tres predecesores cuya enseñanza él completaba y culminaba.

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Manuscrito medieval persa que representa a Mahoma que conduce a Abraham, Moisés y Jesús en la oración.

Jesús según el islam

Jesús, llamado en lengua árabe `Īsā o `Īsā ibn Maryam (‘Jesús, hijo de María’), es uno de los principales profetas del islam. Según el Corán, fue uno de los profetas más queridos por Dios y, a diferencia de lo que ocurre en el cristianismo, para los musulmanes no tiene carácter divino. Existen notables diferencias entre el relato de los evangelios y la narración coránica de la historia de Jesús.

En el Islam, Jesús (عيسى ʿĪsā o Isa, Yasūʿ se utiliza en contexto cristiano, nunca en el musulmán) se considera como uno de los mensajeros de Dios y el Mesías enviado para guiar al Pueblo de Israel (banī isrā'īl) con una nueva escritura: el evangelio (Injīl). Según el Islam, se debe creer en Jesús (así como en todos los otros mensajeros de Dios) como requisito para ser musulmán. El Corán menciona a Jesús veinticinco veces, más a menudo, por su nombre, que a Mahoma.

La virginidad de María es plenamente reconocida (Corán, 3,41; 5,19; 19,22 y ss). Jesús es quien anunció la llegada de Mahoma como último profeta (Corán, 3,75; 61,6), aunque siguen su vida y prédica a través de los textos de los evangelios apócrifos. La muerte de Jesús es tratada de forma compleja, al no reconocer explícitamente su sacrificio, sino que antes de la muerte es sustituido por otro ser ―del que nada se dice―, mientras Jesús asciende con Dios y burla a los judíos (Corán, 3,48; 4,156). La muerte ignominiosa de Jesús no se contempla, aunque sí se afirma su regreso el día del Juicio Final (Corán, 4,157; 43,61) y el descubrimiento, en ese día, de que la obra de Jesús fue verdadera (en el sentido de enviado por Dios). El Corán rechaza la Trinidad (según el concepto del tawhid), teniéndola por falsa, y considera a Jesús por "Verbo de Dios", pero no hijo de él.

Fuentes cristianas

Son muy numerosos los escritos cristianos de los siglos I y II en los que se encuentran referencias a Jesús de Nazaret. Sin embargo, solo una pequeña parte de los mismos contiene información útil acerca de él. Todos ellos reflejan, en primer lugar, la fe de los cristianos de la época, y solo secundariamente revelan información biográfica sobre Jesús.

Los principales son:

1. Las Cartas de Pablo de Tarso: escritas, según la datación más probable, entre los años 50 y 60. Son los documentos más tempranos acerca de Jesús, pero la información biográfica que proporcionan es escasa.

2. Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), incluidos por la Iglesia en el canon del Nuevo Testamento. En general, suelen datarse entre los años 70 y 90. Proporcionan gran cantidad de información, pero reflejan principalmente la fe de los primeros cristianos, y son documentos bastante tardíos.

3. El Evangelio de Juan, también incluido en el Nuevo Testamento. Fue escrito probablemente hacia 90-100. Suele considerarse menos fiable que los sinópticos, ya que presenta concepciones teológicas mucho más evolucionadas. Sin embargo, no puede excluirse que contenga tradiciones sobre el Jesús histórico bastante más antiguas.

4. Algunos de los llamados Evangelios apócrifos, no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Una gran parte de estos textos son documentos muy tardíos que no aportan información sobre el Jesús histórico. Sin embargo, algunos de ellos, cuya datación es bastante controvertida, podrían transmitir información sobre dichos o hechos de Jesús: entre aquellos a los que suele concederse una mayor credibilidad están el Evangelio de Tomás, el Evangelio Egerton, el Evangelio secreto de Marcos y el Evangelio de Pedro.

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Las cartas de Pablo de Tarso

Los textos más antiguos conocidos relativos a Jesús de Nazaret son las cartas escritas por Pablo de Tarso, consideradas anteriores a los evangelios. Pablo no conoció personalmente a Jesús. Su conocimiento de él y de su mensaje, según sus propias afirmaciones, puede provenir de una doble fuente: Por un lado, sostiene en sus escritos que se le apareció el propio Jesús resucitado para revelarle su evangelio, una revelación a la que Pablo concedía gran importancia (Gal 1, 11-12).
Por otra parte, también según su propio testimonio, mantuvo contactos con miembros de varias comunidades cristianas, entre ellos varios seguidores de Jesús. Conoció, según él mismo afirma en la Epístola a los Gálatas, a Pedro (Gal 2, 11-14), Juan (Gal 2, 9), y Santiago, al que se refiere como "hermano del Señor" (Gal 1, 18-19; 1 Cor 15, 7).

Aunque la tradición cristiana atribuye a Pablo catorce epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, solo existe consenso entre los investigadores actuales en cuanto a la autenticidad de siete de ellas, que se datan generalmente entre los años 50 y 60 (Primera epístola a los tesalonicenses, Epístola a los filipenses, Epístola a los Gálatas, Primera epístola a los corintios, Segunda epístola a los corintios, Epístola a los romanos y Epístola a Filemón). Estas epístolas son cartas dirigidas por Pablo a comunidades cristianas de diferentes lugares del Imperio romano, o a individuos particulares. En ellas se tratan fundamentalmente aspectos doctrinales del cristianismo. Pablo se interesa sobre todo por el sentido sacrificial y redentor que según él tienen la muerte y resurrección de Jesús, y son escasas sus referencias a la vida de Jesús o al contenido de su predicación.

Sin embargo, las epístolas paulinas sí proporcionan alguna información.
En primer lugar, se afirma en ellas que Jesús nació "según la Ley" y que era del linaje de David, "según la carne" (Rom 1, 3), y que los destinatarios de su predicación eran los judíos circuncisos (Rom 15, 8).

En segundo lugar, refiere ciertos detalles acerca de su muerte: indica que murió crucificado (2 Cor 13, 4), que fue sepultado y que resucitó al tercer día (1 Cor 15,3-8), y atribuye su muerte a los judíos (1 Tes 2, 14) y también a los «poderosos de este mundo» (1 Cor 2, 8). Además, la Primera epístola a los corintios contiene un relato de la Última Cena (1 Cor 11, 23-27), semejante al de los Evangelios sinópticos (Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 15-20).

Evangelios sinópticos

Los estudiosos están de acuerdo en que la principal fuente de información acerca de Jesús se encuentra en tres de los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento, los llamados sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, cuya redacción se sitúa generalmente entre los años 70 y 100.

El punto de vista dominante en la crítica actual es que los evangelios no fueron escritos por testigos personales de la actividad de Jesús. Se cree que fueron escritos en griego por autores que no tenían conocimiento directo del Jesús histórico. Algunos autores, sin embargo, continúan manteniendo el punto de vista tradicional sobre esta cuestión, que los atribuye a personajes citados en el Nuevo Testamento.

Aunque no es aceptada por la totalidad de los críticos, las afinidades entre estos evangelios suelen ser explicadas por la llamada teoría de las dos fuentes, propuesta ya en 1838 por Ch. Weisse, y que fue luego significativamente matizada por B. H. Streeter en 1924. Según esta teoría, el evangelio más antiguo es Marcos (y no Mateo, como se creía anteriormente). Tanto Lucas como Mateo son posteriores, y utilizaron como fuente Marcos, lo que explica el material común entre los tres sinópticos, denominado «de triple tradición». Pero, además, existió una segunda fuente, a la que se dio el nombre de Q, que contenía casi exclusivamente palabras de Jesús, lo cual explica el llamado material de doble tradición, que se encuentra en Mateo y Lucas, pero no en Marcos (Q es hoy considerado un documento independiente, del que incluso existen ediciones críticas). Por último, tanto Lucas como Mateo contienen material propio, que no se encuentra en ninguna de las dos fuentes hipotéticas.

El grado de fiabilidad que se concede a los evangelios depende de los estudiosos. La opinión más extendida es que son principalmente textos apologéticos, es decir, de propaganda religiosa, cuya intención principal es difundir una imagen de Jesús acorde con la fe de las primitivas comunidades cristianas, pero que contienen, en mayor o menor medida, datos acerca del Jesús histórico. Se ha demostrado que contienen varios errores históricos y geográficos, numerosas incongruencias narrativas y abundantes elementos sobrenaturales que son sin duda expresiones de fe y de los que se discute si tienen o no un origen histórico. Sin embargo, sitúan a Jesús en un marco histórico verosímil, en general acorde con lo conocido mediante fuentes no cristianas, y esbozan una trayectoria biográfica bastante coherente.

La corriente de investigación llamada "historia de las formas", cuyos máximos representantes fueron Rudolf Bultmann y Martin Dibelius, se orientó sobre todo a estudiar la "prehistoria" literaria de los evangelios. Estos autores determinaron que los evangelios (incluido Q, considerado como un "protoevangelio") son compilaciones de unidades literarias menores, denominadas perícopas, que pertenecen a géneros literarios diferentes (narraciones de milagros, diálogos didácticos, enseñanzas éticas, etc.). Estas perícopas tienen su origen último en la tradición oral sobre Jesús, pero solo algunas de ellas se refieren a dichos y hechos verdaderos del Jesús histórico. Más adelante, otra escuela, denominada «historia de la redacción» (o crítica de la redacción), destacó el hecho de que, a la hora de compilar y unificar narrativamente el material de que disponían, los autores de los evangelios respondían a motivaciones teológicas.

Para datar los Evangelios sinópticos, un aspecto de particular importancia son las referencias a la destrucción del Templo de Jerusalén. Estudiando estas referencias, la mayoría de los autores coinciden en afirmar que los tres sinópticos, en su estado actual, son posteriores a la destrucción del templo (año 70), en tanto que Q es muy probablemente anterior.

Los autores de los evangelios responden a motivaciones teológicas concretas. En sus obras, intentan armonizar las tradiciones recibidas acerca del Jesús histórico con la fe de las comunidades a las que pertenecen.

Documento Q: La existencia de este protoevangelio, como se ha dicho antes, se ha inducido a partir de la investigación textual de las afinidades entre los sinópticos. En la actualidad, se ha avanzado mucho en la reconstrucción de este texto hipotético. Se considera que fue escrito en griego, que contenía principalmente dichos de Jesús, y que fue redactado, probablemente en Galilea en un momento anterior a la guerra judía, probablemente entre los años 40 y 60. En cuanto a su contenido, se han encontrado importantes paralelos entre Q y un evangelio apócrifo de difícil datación, el Evangelio de Tomás.

Evangelio de Marcos: Fue escrito en griego, posiblemente en Siria, o tal vez en Roma, y se data generalmente en torno al año 70, por lo cual se trata del evangelio más antiguo que se conserva. Se considera básicamente una recopilación de materiales de tradición escrita y oral, entre los cuales destaca, por su unidad estructural, la narración de la Pasión, pero que incluyen también antologías de milagros, tradiciones apocalípticas (especialmente Mc 13) y disputas y diálogos escolares.

Evangelio de Mateo: Fue escrito en griego, posiblemente en Siria, y es más tardío que Marcos, al que utiliza como fuente. Probablemente se redactó en los años 80 del siglo I. Combina como fuentes Q, Marcos, y otras, y su intención principal es destacar la figura de Jesús como plenitud de la Ley y los profetas del Antiguo Testamento, por lo cual utiliza abundantemente citas de las Escrituras judías. El texto de Mt 13, 44: 'El reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra el campo aquél', cobra sentido en el marco de la propiedad de la tierra en Roma, que era, hacia arriba: 'ad astra', y hacia abajo: 'ad inferos', así, un tesoro hallado en un campo era propiedad del dueño del campo, por eso quien lo encuentra compra el campo para poder hacerse con el tesoro.

Evangelio de Lucas: Es la primera parte de una obra unitaria cuya segunda parte es el texto conocido como Hechos de los Apóstoles, dedicada a narrar los orígenes del cristianismo. Al igual que Mateo, utiliza como fuentes Q y Marcos.

Evangelio de Juan

Generalmente se considera que el Evangelio de Juan es más tardío que los sinópticos (suele datarse en torno al año 100) y que la información que ofrece acerca del Jesús histórico es menos fiable. Muestra una teología más desarrollada, ya que presenta a Jesús como un ser preexistente, sustancialmente unido a Dios, enviado por él para salvar al género humano. Sin embargo, parece que su autor utilizó fuentes antiguas, en algunos casos independientes de los sinópticos, por ejemplo, en lo relativo a la relación entre Jesús y Juan el Bautista, y al proceso y ejecución de Jesús. Relata pocos milagros de Jesús (solo siete), para los que posiblemente utilizó como fuente un hipotético Evangelio de los Signos. En este evangelio son muy numerosas las escenas de la vida de Jesús que no tienen un paralelo en los sinópticos (entre ellas, algunas de las más conocidas, como las bodas de Caná o la resurrección de Lázaro de Betania).

Богослужбове евангеліє

Evangelios apócrifos

Se denomina evangelios apócrifos a aquellos textos sobre hechos o dichos de Jesús no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Como señala Antonio Piñero, la mayor parte de los apócrifos no aportan información válida sobre el Jesús histórico, ya que se trata de textos bastante tardíos (posteriores a 150), y que utilizan como fuentes los evangelios canónicos.

Existen, sin embargo, algunas excepciones notables: el Evangelio de Pedro, el Papiro Egerton 2, los Papiros de Oxirrinco y, muy especialmente, el Evangelio de Tomás. Sobre la datación de estos textos no hay acuerdo entre los especialistas, pero la posición mayoritaria es que pueden contener información auténtica acerca de Jesús. Dado su carácter fragmentario, sin embargo, se han utilizado sobre todo para confirmar informaciones que también transmiten los evangelios canónicos.

Otros textos cristianos

Dichos atribuidos a Jesús en otros libros del Nuevo Testamento: estos dichos son denominados convencionalmente agrapha, es decir ‘no escritos’. Dejando aparte las cartas de Pablo, ya mencionadas, se encuentran dichos atribuidos a Jesús en Hechos de los Apóstoles (20, 35); en la Epístola de Santiago y en la Primera epístola de Pedro.
Referencias de otros escritores cristianos de los siglos II y III, entre las que destacan la primera y segunda epístola de Clemente; las cartas de Ignacio de Antioquía; y un texto perdido, atribuido a Papías de Hierápolis, titulado Exposición de las palabras del Señor, que supuestamente recogía tradiciones orales sobre Jesús, y del que se conocen solo fragmentos por citas de autores posteriores, como Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea.
La historicidad de estas referencias es considerada en general bastante dudosa.

Metodología

La investigación histórica de las fuentes cristianas sobre Jesús de Nazaret exige la aplicación de métodos críticos que permitan discernir las tradiciones que se remontan al Jesús histórico de aquellas que constituyen adiciones posteriores, correspondientes a las primitivas comunidades cristianas.

La iniciativa en esta búsqueda partió de investigadores cristianos. Durante la segunda mitad del siglo XIX, su aportación principal se centró en la historia literaria de los evangelios.

Los principales criterios sobre los que existe consenso a la hora de interpretar las fuentes cristianas son, según Antonio Piñero, los siguientes:

Criterio de desemejanza o disimilitud: Según este criterio, pueden darse por ciertos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús en las fuentes que sean contrarios a concepciones o intereses propios del judaísmo anterior a Jesús o del cristianismo posterior a él. Contra este criterio, se han formulado objeciones, ya que, al desvincular a Jesús del judaísmo del siglo I, se corre el peligro de privarle del contexto necesario para entender varios aspectos fundamentales de su actividad.
Criterio de dificultad: pueden considerarse también auténticos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús que resulten incómodos para los intereses teológicos del cristianismo.

Criterio de atestiguación múltiple: Pueden considerarse auténticos aquellos hechos o dichos de Jesús de los que pueda afirmarse que proceden de diferentes estratos de la tradición. A este respecto, suelen considerarse que, al menos parcialmente, aportan fuentes independientes entre sí Q, Marcos, el material propio de Lucas, el material propio de Mateo, el Evangelio de Juan, ciertos evangelios apócrifos (muy especialmente, en relación con los dichos, el Evangelio de Tomás, pero también otros como el Evangelio de Pedro o el Evangelio Egerton), y otros. Este criterio se refiere también a la atestiguación de un mismo dicho o hecho en formas o géneros literarios diferentes.

Criterio de coherencia o consistencia: pueden darse también por ciertos aquellos dichos o hechos que son coherentes con lo que los criterios anteriores han permitido establecer como auténtico.

Criterio de plausibilidad histórica: Según este criterio, puede considerarse histórico aquello que sea plausible en el contexto del judaísmo del siglo I, así como aquello que pueda contribuir a explicar ciertos aspectos del influjo de Jesús en los primeros cristianos. Como resalta Piñero, este criterio contradice al de desemejanza, enunciado en primer lugar.

No todos los autores, sin embargo, interpretan del mismo modo estos criterios, e incluso hay quienes niegan la validez de algunos de ellos.

La teoría de que Jesús de Nazaret nunca existió, o si lo hizo, no tuvo prácticamente nada que ver con la fundación del cristianismo y de los relatos en los evangelios. Muchos defensores usan un argumento triple desarrollado por primera vez en el siglo XIX: Que el Nuevo Testamento no tiene valor histórico, que no hay referencias no cristianas a Jesucristo desde el primer siglo, y que el cristianismo tiene raíces paganas y/o míticas.
En los últimos años, ha habido una serie de libros y documentales sobre este tema. Algunos "mitista" dicen que Jesús pudo haber sido una persona real, pero que los relatos bíblicos de él son casi totalmente ficticios.
Muchos estudiosos sostienen que el teoría del mito de Jesús ha sido refutada, y que Jesús muy probablemente existió como una figura histórica.


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¡Gracias! por visitarnos, Vladimir y María Mercedes Gessen @DivanGessen @UnDiosUniversal

Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_de_Nazaret
https://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_hist%C3%B3rico
https://es.wikipedia.org/wiki/Isa_(Jes%C3%BAs_de_Nazaret)
https://www.youtube.com/

Fotos:
https://commons.wikimedia.org/wiki/Main_Page
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:StJohnsAshfield_StainedGlass_Goo...



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