El 21 del mes 12 de 2012, millones de terrícolas vivieron 24 horas de expectativa. Esperaban el fin del mundo. Ese era el pronóstico del llamado Fenómeno de 2012, una creencia escatológica que sostenía que el día del solsticio de diciembre del 2012 todos desapareceríamos de la faz de la tierra. El solsticio sucedió el 21 de diciembre de 2012 a las 11:12 UTC (tiempo universal coordinado) sin que ocurriese nada especial. La creencia se basaba en que ese día concluye el baktún (144 mil días) del antiguo calendario mesoamericano de la cuenta larga.
Ciertos autores adherentes al movimiento de la Nueva Era sostienen que a partir de esa fecha los habitantes de la Tierra experimentarían una transformación física o espiritual positiva que marcaría el comienzo de una nueva era. Otros sugirieron que el año 2012 marcaba el fin del mundo o una catástrofe similar.
Varias conjunciones astronómicas y fórmulas numerológicas fueron relacionadas con la fecha en cuestión, sin que la comunidad científica las aprobase. Los escenarios postulados para el fin del mundo incluían la colisión de la Tierra con algún cuerpo celeste, como Nibiru, hipotético astro propuesto por el escritor paranormal azerbaiyano Zecharia Sitchin (1920–2010) o un asteroide errante; la interacción de nuestro planeta con un agujero negro; o el advenimiento de una etapa de gran actividad solar.
Los mitos mesoamericanos de la creación y destrucción del mundo se basan en la creencia de que el tiempo es cíclico. Con la repetición del tiempo, la creación y destrucción del mundo habría ocurrido en varias ocasiones, aunque el número de veces en que el mundo ha sido creado varía de una cultura a otra.
A principio de los noventa, varios investigadores afirmaron que en las antiguas profecías de los mayas, los aztecas o los antiguos mesoamericanos no hay nada que sugiera que profetizaron un cambio repentino o importante de ningún tipo para 2012. Afirmaban que "la noción de un gran ciclo que llega a su fin es una invención completamente moderna".
La importancia que los antiguos mayas le otorgaban al baktún número trece es incierta. La mayoría de las inscripciones de los mayas clásicos son estrictamente históricas y no contienen declaración profética alguna.
Entre dimes y diretes llegó y pasó el año 2012; ya estamos a año luz de él y, Gracias a la Divina Providencia, nada ocurrió. El llamado Fenómeno 2012 sólo sirvió para dar algunos minutos de fama a futurólogos parlanchines y para asustar a quienes en ellos creen.
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