La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, también llamada la Orden del Temple, cuyos miembros son conocidos como Caballeros Templarios, fue una de las más poderosas órdenes militares cristianas de la Edad Media. Se mantuvo activa durante algo menos de dos siglos.
Se dice que su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista. Pasaron más de nueve años excavando túneles en el Templo Judío. Unos dicen que buscaban el misterioso Santo Grial, otros consideran que esperaban conseguir la cabeza de Juan Bautista. Unos terceros aseguran que estaban tras la pista de un tesoro. Así como surgieron y adquirieron gran poder, desaparecieron dejando muchas interrogantes.
La orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny, que le impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro. Fue aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1129, durante el Concilio de Troyes (celebrado en la catedral de la misma ciudad), la Orden del Temple creció rápidamente en tamaño y poder. Los Caballeros Templarios tenían como distintivo un manto blanco con una cruz paté roja dibujada en él.
Militarmente, sus miembros se encontraban entre las unidades mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas. Los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica dentro del mundo cristiano. Crearon, incluso, nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco. La orden, además, edificó una serie de fortificaciones por todo el mar Mediterráneo y Tierra Santa.